Ha sido un fin de semana intenso para los sapos de unas balsas que tengo controladas. El mediodÃa del viernes noté, bajo unas ramas, un movimiento cauto acompañado de una especie de chirrido. Es raro que las ranas y sapos de estas balsas se dejen ver. Tienes que ir con tiento para encontrar alguna rana que toma el sol en la orilla. Intuyen tu presencia y... ¡Chof! HacÃa frÃo, decÃan que iba a nevar y todavÃa resultaba más raro. Pero la fábrica ya está en marcha. Hace dÃas que en el fondo de la balsa más pequeña rondaban unas larvas de salamandra y unos renacuajos de sapo partero. Me impresiona pensar que estas criaturitas han pasado el invierno escondidas. Los renacuajos de sapo partero tienen un cabezota contundente, con manchas irregulares, grises y blancas: parecen ballenas de bisuterÃa. Mientras que las salamandras nacen más o menos formadas del vientre de la madre. Cuando ves una salamandra apoyada en una rama, medio sumergida en el agua, es que está pariendo. Las pequeñas salamandras son de un color dorado negruzco, parecen pintadas por Josep M. Sert. Un nadador de espalda ( Notinectidae sp. ) flota entre dos aguas. Es un insecto acuático que parece un pequeño muelle. Los caracoles de agua deben estar consagrados a sus labores hermafrodÃticas desde hace tiempo, porque en la pared hay un montón de caracolillos.
Al dÃa siguiente me presento al atardecer: el pudoroso Romeo ha encontrado a su Julieta, un sapo del tamaño de un plato de postre. El campesino ha instalado una reja para que las hojas no obstruyan el desagüe. La hembra ha escalado por la reja de alambre, recubierta de un plástico verde y, agarrada a ella, va soltando un rosario de bolitas negras, que su novio fecunda aplicadamente. ¡Si esta reja pudiera hablar! En verano, las larvas de libélula salen del agua, trepan por los rombos metálicos y cuando encuentran un lugar que les gusta, hacen la muda: el submarinista blindado negro se transforma en un helicóptero azul o rojo, brillante. En la reja queda la piel vacÃa. TendrÃa gracia ser como las libélulas, salir del estuche y lanzarse a volar. Y que unos gigantes recogieran nuestras fundas larvarias y las guardaran en una cajita (o más bien en un cajón). Rodeo la balsa y vivo escenas de lujuria batracia. Todos los sapos del robledal y del encinar se han concentrado en una rave delirante. Las mozas son fuertes, rugosas, con unos dedos gordos con espolones. Los zagales son más pequeños y ponen cara de concentración y acojone. El hilo con bolitas se va enredando en los equisetos y estrellas de agua (una planta que nace en el fondo de las balsas). Voy contando: el domingo eran catorce parejas y un montón de machos solitarios. El mediodÃa del lunes vuelvo a controlar cómo les va. Caen unas piedrecitas de nieve granulada. No hay actividad sexual visible. En las plantas hundidas en el agua, las ristras de huevos parecen collares de la época del charleston, después de una fiesta de Jay Gatsby.
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