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Lo s mejillones son uno de los moluscos más populares en las cocinas. Freepik
En las cocinas de nuestro país, el mejillón es con mucho el molusco más popular. De buen precio, fácil de encontrar fresco, protagonista de muchas y variadas preparaciones, sano y aprovechable en cualquier dieta, rápido de preparar. Una recomendación, es mejor consumir los mejillones de origen controlado que los salvajes dado que estos últimos no cuentan con controles sanitarios.
Cocinar estos moluscos solo tiene una pega para muchos: limpiarlos cuando se compran frescos. Es más sencillo de lo que parece aunque puede resultar un poco tedioso.
Quitar una de las valvas al mejillón facilita la comodidad del comerlos. Freepik
Quien se haya decidido por comprar un red de mejillones frescos debe tener en cuenta que lo mejor es hacerlo el día que se vayan a consumir. Además, mientras llega el momento de cocinarlos guardarlos en la nevera en un bol y envueltos en un trapo húmedo. No hay que sumergirlos en agua
Conviene hacer una revisión previa de los ejemplares para desechar los que puedan no estar en las mejores condiciones. En principio deben estar todos cerrados, Si se encuentra alguno levemente abierto, darle unos golpecitos suaves en la concha o meterle la punta de un cuchillo para ver si reacciona cerrándose. Si lo hace, no hay problema, está vivo. Si no hay reacción, tirarlo. Lo mismo hay que hacer con los que muestren daños en la cáscara o, directamente, estén rotos.
Por cierto, a la hora de calcular raciones, hay que saber que por cada kilo de mejillones, 300 gr son de carne y el resto cáscara.
Cuando llegue el momento de ponerse manos a la obra, lo primero es pasarlos por debajo de un chorro de agua fría para eliminar impurezas, arena y otros restos. Eso sí, con cuidado de no romper las conchas.
El momento de eliminar las barbas del mejillón es delicado y es preferible cortarlas con tijera para evitar rasgar la carne. Freepik
Lo siguientes es eliminar las famosas barbas con las que los mejillones se sujetas a las roca o las sogas de las bateas. Lo habitual es hacerlo tirando de ellos con los dedos o con la ayuda de un cuchillo. Es lo más sencillo, pero se corre el riesgo de estropear, de desgarrar la carne. Por ello es preferible cortarlas con unas tijeras bien afiladas.
También hay que eliminar todas las algas, los crecimientos semiparasitarios como bellotas de mar o esos tubos blanquecinos que construyen unos gusanos de mar. No afectan a sus cualidades gastronómicas ni de salubridad, pero quedan feos. No queda otra que rascar, bien con el cuchillo bien con un estropajo de alambre, hasta desprenderlos. Hacerlo con suavidad para evitar romper la concha.
Terminado el proceso, volver a pasarlos por agua para enjuagarlos bien.
Una receta clásica tradicional de Bélgica que se ha extendido por los países vecinos. Además de la salsa, lo que les caracteriza es que se sirven acompañados de patatas fritas. Por regla general este guiso se hace con los mejillones de roca, más pequeños que los habituales de batea.
Una clásica cazuela de moules-frites, la receta belga de mejillones y patatas fritas.. Freepik
Si los mejillones son frescos, lo primero es limpiarlos. Una vez hecho, pelar y picar las chalotas en dados pequeños y el apio en láminas finas. Antes hay que quitar los hilos al apio. Derretir la mantequilla a fuego suave para que no se queme y mezclarla con un poco de aceite de oliva. Cuando esté caliente, pochar las verduras a fuego medio-bajo unos diez minutos. Añadir una pizca de pimienta. Mientras se hace la verdura, pelar y cortar las patatas en bastones. Se reserva.
Una vez pochada la verdura, incorporar el vino banco y dejar que se evapore el alcohol a fuego fuerte. Una vez eliminado, bajar el fuego y añadir la nata. Cuando empiece a hervir la mezcla echar los mejillones y tapar para que el vapor los abra. En cinco minutos se habrán cocido. Retirar del fuego. En una sartén se fríen las patatas al gusto del cocinero.
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